lunes, 8 de junio de 2009

DESDE MI CAMELLO*

Jeroh Juan Montilla


El siglo XIX venezolano fue una época donde la guerra y las letras fueron escenarios históricos en los cuales lo mortal de las balas acostumbraba a cruzarse con pasmosa naturalidad con lo hiriente de la tinta. Sin embargo en los años iniciales de la dictadura gomecista, a comienzos del siglo XX, entre la mano dura y la malicia andina del Benemérito las balas comenzaron a mermar sus silbidos y amenazas, y la tinta fue entonces el arma ideal para dirimir, infinidad de veces, tanto los furores políticos como las agridulces angustias del amor.
Es en estos años donde se despliega la esgrima escritural de Daniel Scott “Sagitario”. Un civil, un hombre de pueblo que desconoce las rudezas del combate bélico pero que es un excelente autodidacta frente a los desafíos que llevan consigo la ternura y los encantos de las damas. Es hijo de un siglo de violencias militares y políticas, pero él, felizmente, es un combatiente de armas literarias.
En la dedicatoria de su libro “Desde mi Camello” a su hermano Félix Manuel Scott le confiesa orgullosamente su amor a la democracia civilizada y su pasión por el sabor y perfume del terruño. En este libro se agrupan cálidamente galantes poemas de amor, cartas amistosas, prosas de gustoso vuelo narrativo y chispeantes anécdotas históricas. Entre estas es necesario citar la siguiente:

CHARLA DEL GENERAL JOAQUÍN CRESPO CON EL CHINGO MACHADO

En el campamento de Guesipo, Jurisdicción de Ortiz. –opinión del Chingo Machado sobre los Plumarios.
Se encontraban alzados en Guarumen los generales Crespo, Machado y Borrego, y habían venido a Guesipo donde se acamparon. Estaban almorzando rodeados de sus oficiales, cuando se presento al campamento el doctor M. talentoso y escandaloso polemista guariqueño, quien venia tratándole de insinuársele al general Crespo.
Saludó al general Crespo y al general Machado, y no saludó a Borrego, pidió permiso y llamó al general Crespo para debajo de un árbol donde hablaron con carácter de privado. El Chingo estaba malicioso, y los veía con el rabo del ojo. El doctor José Ramón Núñez monto en su mula y se fue. El general Crespo volviéndose a los generales Machado y Borrego, diciéndole al Chingo: “que trae ese lector en el buche, Renquito?
– Chingo, quiere que vayamos a Parapara nosotros tres a una conferencia sobre hacer la paz de acuerdo con D. Elías Hurtado.
- Y tu vas, Renquito?
-No, Chingo, que voy a ir!
- Mira Renquito, que yo veo a ese lector armándote el tendereque, y si, le tumbas la oreja te tenderequea.
– No, chingo, ese hombre lo necesitamos porque es muy talentoso.
–Renquito yo no creo mucho en esos grandes lectores esos son como el oso hormiguero, que se tienden como una alfombra, el peligro está en el abrazo, y el que no come hallacas come picadillo. Yo una vez fui a casa del Ilustre a Caracas y me salieron dos lectores y me dijeron: Usted es el general Machado? –Sí, señores. – nosotros queremos escribir algo sobre su vida, y les dije: - No escriban, porque ustedes escriben al derecho cuando uno está arriba y al revés cuando uno se cae!”
Tres horas después era asaltado el campamento de Crespo, el chingo Machado y Borrego, por los generales Elías Hurtado, Tomás Mariposo y Aniceto (Perrito), y contaban los oficiales de Crespo, que milagrosamente se habían salvado los principales jefes en el asalto.
A los tres días después, unidos todos en Chirguita, casa de los Milano, le decía el chingo al general Crespo: “-No ves, renquito, el plumario talentoso nos embarbascó el charco”.
Así es, que hoy en adelante nos cuidaremos más de los plumarios mal intencionados que se nos arrimen, que del enemigo.

Disculpen ustedes lo largo de la cita, pero creo que es necesario dar a conocer esta socarrona historia donde se dibuja claramente el carácter ambiguo de esa peligrosa especie política bautizada por el novelista Rómulo Gallegos como los “mujiquitas”. Daniel Scott maneja con soltura ese particular humor que desarrolló el escritor venezolano de principios de siglo XX. Veamos otro ejemplo de este ejercicio de picaresca literaria en estas dos pequeñas puntillas periodísticas:

Al pobre Chaplin lo han indigestado…
Así es el mundo, la tentación de los millones hace los hombres ociosos, y ellos mismo hacen las calamidades.
Chaplin pobre, por ejemplo, pensando en el frito, no sale a buscar una chiquilla como Lelita, ara que le produjera el cólico miserere, si no sale para un figón cosmopolita como uno de estos de aquí de Los Teques, a pedir un asado de Bs. 0.75, y no se deja sorprender por esta Eva, en los tres primeros días del Paraíso. “Cine Mundial” no los presenta en la portada de camarita y esmangurrillado.
Pobre Chaplin, los dólares le han producido una aguda melancolía...
Así es la ociosidad del mucho dinero; produce muchas veces dolores…. De estómago, de cabeza y hasta de los callos.
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El libro de Teresa de la Parra, está dando que hacer, nuestros hombres de talento se han ocupado de él, ella les ha gruñido, la dama es inteligente, pero gruñe, y cuando la tigre gruñe por algo es…
Teresa, no escriba tan largo, para que no se fastidie.
Adiós Teresa, teresita diabólica.

Ambos textos, en su brevedad, tocan con criolla ironía dos nacientes mundos de la cultura mundial y venezolana, la magia del cine y la literatura escrita por mujeres en el país.
Realmente la reedición de este texto, Desde mi camello, escrito en el emblemático año de 1928, es necesaria, por no decir imprescindible, para facilitar una autentica cercanía a los interesantes detalles históricos de esa época en la provincia del país. Esa otra Venezuela, en todos los tiempos marginada, muy distante de las metrópolis capitalinas, pero que día a día daba, en medio de un injusto y atroz anonimato, su aporte fundamental de sangre, humor, política, letras y arte a la construcción de una autentica y colectiva personalidad nacional.

*Scott Gutierrez, Daniel Ramón (1928) Desde mi camello. Caracas: Imprenta Bolívar.

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