Luisa Talmay Rivas García
Resumen:
Esta ponencia hará un recorrido por las nociones de cultura, consumo y producción, que manejamos, es decir, qué consumimos culturalmente y qué producimos. Para ello nos remontamos al pasado y hurgamos en la historia y en la literatura de nuestra región llanera, ambas, nos dan pistas sobre lo que hemos venido considerando como cultura y lo que hemos heredado de nuestros antepasados. Busca abrir una brecha en lo que consideramos cultura e intenta impulsar nuevas visiones sobre ello, desde una perspectiva dialógica.
Descriptores: Llaneridad, cultura, consumo, producción, historia, literatura, dialogía.
Preliminar
El Llano es el inmenso lugar donde nací, inconmensurable, sin límites; cuando me preguntaban que de dónde venía, del Llano era la respuesta inmediata que brotaba del alma. La llaneridad la podemos ver plasmada en el idioma, la música, la pintura, la escultura, la geografía, la gastronomía y otras expresiones más. La naciente República de Venezuela se ordenó (1811) y marcó límites, se territorializó, pasó por varias distribuciones geopolíticas hasta llegar a la que conocemos hoy; dentro de la distribución actual tenemos cinco estados llaneros, a saber, Guárico, Barinas, Cojedes, Portuguesa y Apure.
De Llano y los llaneros han hablado, cantado y escrito infinidad de artistas y escritores, en la literatura se exalta el Llano y sus costumbres, pero realmente, es importante escudriñarnos a nosotros mismos. Acompáñame por ese recorrido fugaz a la cultura vista desde nuestra propia perspectiva. Para ello, iremos al pasado, y hurgaremos en él, para reconocernos en este presente, de esta manera, nos aproximaremos a lo que se considera cultura, es decir, lo que se produce y lo que se consume actualmente.
1. De la cultura
Los conceptos de cultura y producto cultural son objeto de polémica y confusión; la cultura siempre ha sido un tanto denostada y su difusión poco reflexionada, pero, ¿qué entendemos en realidad por cultura? Actualmente la cultura es entendida como un "camino para hablar de entidades colectivas" y remite a la idea de una forma que caracteriza al modo de vida de una comunidad. Parafraseando a Beatriz Sarlo[1], podemos decir que, el cambiante paisaje urbano, la constante modernización de los medios de comunicación, el impacto de estos procesos sobre las costumbres y la cultura en general, son el marco y el punto de referencia respecto del cual se articulan las muchas respuestas producidas en la sociedad. En el curso de muy pocos años, ésta ha debido procesar, incluso en su propia biografía, cambios que afectan relaciones tradicionales, formas de hacer y difundir la cultura, estilos de comportamiento, modalidades de difusión y funcionamiento institucional.
Partiendo de la certeza de que en América Latina se ha caminado firmemente al establecimiento de enfoques teóricos propios, basados en grandes enfoques humanistas, es importante notar que el interés mayor se centró en la comunicación humana, las relaciones dialógicas, la democratización de las comunicaciones y los procesos de apropiación crítica por parte de los receptores.
En 1970 Armand Mattelart dio a conocer el modelo de la Comunicación Alternativa que rescataba la dimensión humana del fenómeno y planteaba interrogantes en torno a las relaciones dialógicas del proceso. La base de este modelo fue la concepción de la comunicación aportada por los filósofos latinoamericanos Paulo Freire (1973) y Antonio Pascuali (1972 y 1979). Freire con su análisis sobre educación y dependencia sustentaba que la comunicación dialógica es la base de la liberación del educando y por ende de la liberación cultural e ideológica.
Por otro lado el investigador venezolano Pascuali enfiló sus planteamientos filosóficos hacia la delimitación del fenómeno de la comunicación como “COMPARTIR” y “PONER EN COMÚN”, reserva la comunicación a las experiencias humanas de intercambiar, compartir y consaber en igualdad de condiciones. Ya a finales de los ochenta y durante la década de los noventa Jesús Martín-Barbero (1987) pone a circular su teoría de las mediaciones, en la que enfatiza “la forma de concebir al receptor como un sujeto activo que se `apropia` de la cultura masiva y con sus códigos culturales resemantiza los mensajes desde su contexto cultural y social, es un proceso que no sólo se produce en el momento de la percepción del mensaje sino que abarca las etapas de la producción y de la recepción, atravesadas por mediaciones diversas”[2].
A partir de este teórico latinoamericano, los estudios en la región hicieron posible el acercamiento del sujeto en su relación con su cosmos, en un contexto determinado local y macro-real, poniendo en evidencia los problemas de la cultura popular en su relación con la cultura masiva. La atención por la cultura en el sentido antropológico no se pone en las nociones intelectuales de los individuos singulares sino en el saber colectivo y distintivo de todos los grupos sociales. Así que podemos pensar la cultura como comunicación en tanto trama abierta con varias redes concurrentes y multiplicidad de interacciones.
El teórico latinoamericano Adolfo Colombres plantea la cultura como el producto de la actividad desarrollada por una sociedad humana a lo largo del tiempo, a través de un proceso acumulativo y selectivo.[3] Entre el planteamiento antropológico y el sociológico-semiótico, otros autores, como el sociólogo mexicano Jorge González, estudioso de las problemáticas culturales de Latinoamérica, la conciben como "un modo de organizar el movimiento constante de la vida concreta, mundana y cotidianamente. Es el principio organizador de la experiencia y mediante ella ordenamos y estructuramos nuestro presente, a partir del sitio que ocupamos en las redes de relaciones sociales".[4] Ya en la década de los noventa, se llega a aceptar como válida la definición general de Talcott Parsons de cultura como la del "discurso simbólico colectivo que toma en cuenta los conocimientos, creencias y valores sociales".[5]
Si tenemos en cuenta un diccionario más específico y reciente como el Diccionario crítico de política cultura: cultura e imaginario,[6] vemos que han existido dos macroenfoques de abordamiento de la cultura, el idealista y el materialista; el primero ve en la cultura el indicador de un espíritu formador global de la vida individual y colectiva manifestada en comportamientos y actos sociales varios, y el segundo -de inspiración marxista-, la considera como reflejo de un universo social más amplio y determinante. En realidad estas visiones son herederas de las dos grandes concepciones confrontadas en la segunda mitad del siglo XIX: la francesa y la alemana. La primera trataba la cultura como "civilización", como "cultura universal". Era un logro distintivamente humano, progresivo y acumulativo, basado en la razón, en la verdad, en la ciencia y en el conocimiento.
Los alemanes, por el contrario y siguiendo las explicaciones de Adam Kupper,[7] utilizaban el término "kultur" para referirse a los valores espirituales, a las artes y a las manualidades creadas por el genio individual que -según N. Elias- debía alcanzar la perfección espiritual y su "estado cultural". Los defensores de "kultur" tenían en cuenta las emociones, las tradiciones nacionales y, como indicaba A. Weber, el mundo del arte y de la religión no tenían fines racionales a los que servir. El capitalismo era un conjunto de fuerzas corrosivas y vulnerables. La cultura, además, no era cuestión de élites, sino que era la clase media universitaria la base de los intelectuales.
Una tradición en parte heredada por los liberales intelectuales ingleses que, críticos de la tecnología y de la civilización moderna propia de la industrialización, abogaban por los valores culturales de la tradición en el arte y la filosofía. Tenían en cuenta "the history of the human spirit" y consideraban que la cultura estaba bajo la amenaza de la civilización material y la incipiente cultura de masas (hoy arraigada completamente). Según Kupper, T. S. Eliot consideraba que la cultura era la manera de vivir juntos en un espacio. Williams, por su parte, veía la cultura en conflicto con un industrialismo; lo que había que hacer era buscar un punto medio entre la tradición y lo moderno, dejando espacio para la diversidad cultural.
Actualmente se conjugan las visiones materialista e idealista y tienen como objeto la cultura vista en sentido totalizante, antropológico y sociológico. Estas políticas culturales se orientan por estos distintos conceptos de civilización. Cultura y civilización pueden surgir como términos equivalentes, la cultura puede ser entendida como componente de la civilización o, desde otra perspectiva, se puede considerar la civilización como la etapa avanzada de la cultura. La cultura, sin embargo, no es un concepto tan pragmático: es subjetiva y no tiene leyes universales. No existe una naturaleza humana común y lo que hay son distintas concepciones, desarrollos culturales, adquisiciones, aprendizajes e influencias. Frente a la consideración de la cultura como ley y hecho natural tras la publicación de la teoría de la evolución darwinista (y que fundamentó el llamado "nacionalismo cultural") parece ser que al final la aceptación mayoritaria es la de la corriente boasiana que se desarrolló en los EU y que sentencia: "la cultura es lo que nos hace".[8]
En el desarrollo de estas visiones antropológicas y sociológicas la acción comunicativa es vital. Siguiendo el modelo de acción comunicativa de Jurgen Habermas podemos decir que el mundo de la vida se compone de cultura, sociedad y persona, siendo la cultura el cúmulo de conocimientos que adoptan las personas para tener una comprensión del mundo y la acción comunicativa el proceso interactivo de transmisión y renovación del saber cultural; la transferencia de la promoción de la integración social a partir de la solidaridad y la formación de la identidad de la solidaridad.
2. Del consumo
Néstor García Canclini define el término consumo como “el conjunto de procesos de apropiación y usos de productos en los que el valor simbólico prevalece sobre los valores de uso y de cambio, o donde al menos estos últimos se configuran subordinados a la dimensión simbólica”[9]. Así pues, ve el consumo como sistema de integración y comunicación. El autor considera que, todos los actos de consumo son hechos culturales, llega a esta reflexión basado en la afirmación de que la apropiación de cualquier bien es un acto que diferencia simbólicamente, integra, comunica, objetiva los deseos y ritualiza su satisfacción. Consumir considera el teórico es intercambiar significados. García Canclini concluye que “es tan fundamental en el consumo la posesión de objetos y la satisfacción de necesidades como la confirmación y reconfirmación de significados y valores comunes”[10].
Entre lo que se usa y se consume intervienen escenarios decodificadores y reinterpretadores como la familia, la escuela, la universidad y otras instancias más. Cada objeto destinado a ser consumido es un texto abierto, es decir, susceptible de ser “leído” según las apropiaciones de los usuarios.
El proceso de socialización hoy no está sólo en la escuela, en la familia, sino también en los medios de comunicación social. La cultura de masas ya no significa anonimato, pasividad, conformismo, es la que va a facilitar la comunicación entre los diferentes estratos de la sociedad. “Las diferencias sociales no son tanto de clases como de niveles culturales, de expresiones culturales como nuevos indicadores de la organización social”[11] Los medios, especialmente radio y TV, ocupan un papel central en el consumo cultural. La mediatización de lo popular supuso la incorporación en los MCS de expresiones tenidas como “auténticas”. Manifestaciones culturales populares son readaptadas para su consumo masivo e incluso, para consumo de la élite (p. ej. artesanías).
El hecho de que la cultura se quiera aproximar a un público general propio de una sociedad de masas no debe llevar a la disminución del rigor y el análisis de los contenidos propios.
3. De la producción
Los "productos culturales" son en muchos casos productos propios de la cultura de masas y de la misma globalización cultural. Desde el punto de vista de las formas culturales tradicionales, se observa claramente una uniformidad de la sensibilidad. En la mayoría de ocasiones no se busca un cultivo del espíritu como se consideraba en la Alemania del XIX ("kultur") sino más bien un entretenimiento, una ocupación para ratos de ocio, primando la visión materialista de la cultura frente a la idealista.
Para muchos la desproporción en la difusión de productos culturales extranjeros y nacionales es notoria, así como la compra de libros respecto a la lectura de libros y la marginación de géneros como la poesía. En relación a esto el hábito cultural de los públicos es esencial, es decir, el fomento de las actividades de recepción cultural. Existen diversos tipos de públicos y por ello deben existir distintos tipos de producción y mediación cultural. El carácter mercantilista de la cultura es aceptado por la mayoría como lógico e inevitable pero no hay que caer en excesos. Sin embargo, lo que más copa los estantes de lo que llamamos cultura, son los programas de televisión, las revistas sobre moda, la forma de vestir y la música comercial, que en muchos casos, no tiene ningún arraigo o apego con lo que somos.
Es notable el afán de consumo del conocimiento, un gran auge de masificación de la educación universitaria. La educación universitaria se propone formar un público específico para las ciencias, el arte y la literatura, una audiencia que, toma en cuenta los méritos simbólicos de las producciones y no tan sólo su valor monetario. Podemos ver al universitario como un consumidor-productor, que desde su perspectiva reelabora los mensajes que recibe en el proceso de enseñanza-aprendizaje; el universitario como consumidor-productor debe ser “un lector activo”, capaz de hacer crítica y también de transformar su entorno, tener voz y voto en los cambios proyectados y en la vida social.
4. Postliminar
Con estas nociones debemos revisar ¿qué producimos culturalmente y qué consumimos? Nos hemos concentrado en actividades religiosas, regionalistas, folclóricas, en realidad, hemos hecho un sincretismo cultural, esto no es nuevo. En el 2007 publiqué un reportaje en la Revista Nacional de Cultura sobre la celebración del día de San Fernando, esa es una de las pocas cosas sincréticas que se realizan, pero, ¿cuáles otras expresiones? ¿Cuántos diarios tenemos?, ¿qué publican? ¿Cuántas emisoras de radio y televisión?
Cuando hablamos del Llano, lo que marca el imaginario de la gente, es el joropo, el canto recio, el humor fácil, lo folclórico, lo chabacano. Pareciera que no nos hemos dado cuenta de que somos otros en un mundo que ha desdibujado las fronteras, así que, en el imaginario, somos una metáfora hermosa, susceptible de ser loada, pero, en la realidad, ¿qué vivimos?
Si partimos de que la educación como práctica difunde y consolida imaginarios, símbolos valores y tradiciones, entonces, debemos empezar por la escuela y verla como el escenario más democrático y amplio del mundo, construir una visión de mundo desde ella. Si la escuela es un lugar de integración de placeres y saberes, entonces éstos cobrarán significativa importancia para quien así lo sepa y viva. Rescatemos el lugar preeminente de la escuela, pero no podemos frenar en este ámbito.
La universidad debe estar concebida para hacer una sinergia con la sociedad en la cual se vive: “los intelectuales de ahora son orgánicos por su directa vinculación a un nuevo modo de producción de conocimiento, el de la industrias de la conciencia. La especificidad de éstas reside, precisamente en su objetivo; la fabricación, cultivo y mantenimiento de la opinión.”[12]
La academia produce conocimiento que a su vez debe ser difundido por los medios de comunicación de masas, en este sentido, los medios tomarán los contenidos que serán difundidos para adaptarlos al público destinatario del mismo; esa acción afecta los contenidos, las prácticas profesionales y a las ciencias sociales mismas. La competencia que se desarrolla es el cultivo del conocimiento y de los mecanismos que permiten su comunicación.
En la alianza que deberá reforzar la Universidad con los medios de comunicación de masas está el sustentar de manera concreta el saber que se difunda, hacerle seguimiento, darle complejidad y sistematización para que puedan darse los procesos de reflexión, con el propósito de crear productos culturales de calidad que trasciendan la moda, el mito, los personajes y hasta las corrientes de pensamiento.
La reflexión intelectual debe retomar su lugar en la comunicación de masas, de discusión y crítica pero también como integradora.Debemos considerar a la Universidad como lo que es, una comunidad hermenéutica de consumidores, que contribuye continuamente a crear escenarios de integración y comunicación de individuos de una misma sociedad, desde un punto de vista autónomo, independiente y crítico.
La praxis que se propone viene gestándose por la periferia, y ésta es la del comprometido, que rechaza la violencia y defiende la vigencia de los derechos humanos, que asume su responsabilidad, que fija posición frente a los hechos observados, y además, toma decisiones que atañen al hecho analizado, porque selecciona unas partes y desecha otras, esto quiere decir, que con estas acciones asume el riesgo de ser subjetivo.
La cultura ha acabado siendo la conciencia colectiva de las ciencias sociales y los antropólogos han sido designados para su estudio, de ahí que se llegue a afirmar, como A. Kupper, que prácticamente todo aquel que escribe sobre temas sociales debería ser contado como antropólogo. Las fuentes deben ser los documentos y el mundo y que éste último debe ser descifrado a partir de la lógica y de la sensibilidad. A lo que se escribe se le tiene que agregar rasgos de las demás artes y construir el mundo recuperando la identidad y la memoria colectivas.
Tenemos que abrir una brecha para insertarnos realmente en la comunidad y la comunidad en nosotros, una sinergia, para poder crecer, la escuela, la comunidad, la universidad, todos, requerimos el concurso de todos, centrarnos en el compromiso, buscar un punto de equilibrio y que seamos la voz de la comunidad, y al mismo tiempo, educar a esa comunidad, en el diálogo, la crítica, la lectura, para luego accionar, todo esto de manera simultánea.
Referencias bibliográficas
Barbero, Jesús Martín: De los medios a las mediaciones, G. Gili, Barcelona. 1993
Barei, Silvia: El sentido de la fiesta en la cultura popular, Alción Editora, Córdoba, 1991
Colombres, Adolfo: Sobre la cultura y el arte popular, Ediciones del Sol, Buenos Aires, 1987
Diccionario Crítico de política cultural, Pandora, México, 2000
García Canclini, Néstor: Los estudios sobre comunicación y consumo: el trabajo interdisciplinario en tiempos neoconservadores. (Trabajo mimeografiado)
Habermas, Jurgen: Facticidad y Validez, Madrid, Editorial Trotta, 1998Harris, Marvin: El desarrollo de la Teoría Antropológica, Siglo XX Editores, México, 1999
Kupper, Adam: Culture, Harvard University Press, 1999Mancini, Ugo: de la Universidad de Bolonia, disponible en http://www.crim.unam.mx/cultura/ponencias/1CultDesa/CDIDE15.htm
Muñiz Sodré: Reinventando la cultura, Gedisa, Barcelona, 1998
Ortega, Félix: El mito de la modernización. Bogotá, Anthropos, 2001
Parsons, Talcott: La Estructura de la Acción Social, Guadarrama, Madrid, 1968
Sarlo, Beatriz: Una Modernidad Periférica, Buenos Aires 1920 y 1930. Buenos Aires, Nueva Visión, 1988
Definición e información sobre la semiótica de la cultura en http://rehue.csociales.uchile.cl/publicaciones/moebio/04/osorio05.htm.
[1]. Beatriz Sarlo. Una Modernidad Periférica, Buenos Aires 1920 y 1930. Buenos Aires, Nueva Visión, 1988, pp. 262
[2]. Jesús Martín Barbero: De los medios a las mediaciones, G. Gili, Barcelona. 1993
[2]. Jesús Martín Barbero: De los medios a las mediaciones, G. Gili, Barcelona. 1993
[3]. Adolfo Colombres: Sobre la cultura y el arte popular, Ediciones del Sol, Buenos Aires, 1987
[4]. Silvia Barei,: El sentido de la fiesta en la cultura popular, Alción Editora, Córdoba, 1991
[5]. Talcott Parsons: La Estructura de la Acción Social, Guadarrama, Madrid, 1968
[6]. Diccionario Crítico de política cultural, Pandora, México, 2000
[7]. Adam Kupper: Culture, Harvard University Press, 1999
[8]. Ugo Mancini, de la Universidad de Bolonia, disponible en http://www.crim.unam.mx/cultura/ponencias/1CultDesa/CDIDE15.htm
[9]. Néstor García Canclini: Los estudios sobre comunicación y consumo: el trabajo interdisciplinario en tiempos neoconservadores. (Trabajo mimeografiado).
[10]. Op. Cit., p. 8
[11]. Op. Cit., p. 13
[12]. Félix Ortega: El mito de la modernización. Bogotá, Anthropos, 2001
Fotografía: Palmas en el estero. Entre La Negra y Puerto Miranda. (Arturo Alvarez D´ Armas)
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